En el Día Mundial de la Salud Mental, buscaremos determinar los factores clave que hacen de este ámbito una de las profesionales más desafiantes y que exigen una mayor salud mental en el proceso.
La seguridad informática es un campo que no da tregua. Con el crecimiento constante de las amenazas cibernéticas, los profesionales de este sector están sometidos a una presión constante para mantener la seguridad de los sistemas y organizaciones en buenas condiciones.
Sin embargo, hay un factor clave que a menudo pasa desapercibido en esta lucha: la salud mental de cada uno de los miembros que integran este campo en continua evolución.
Es que las personas que trabajan en el área de la ciberseguridad deben vivir en un estado de alerta permanente, pues los ciberdelincuentes jamás van a dar un paso atrás, siendo uno de los ámbitos más dinámicos de la actualidad, incluso por fuera del apartado IT.
Los ataques pueden ocurrir en cualquier momento, más precisamente en horarios poco convencionales para trabajar, y la necesidad de reaccionar rápidamente ante incidentes es una fuente de estrés constante, no solo por la cuestión en sí misma de contrarrestar y mitigar el incidente, sino por el poco margen de error existente.
La realidad es que en muchos casos, los equipos de seguridad informática tienen que responder a incidentes fuera del horario laboral, y esta falta de equilibrio entre la vida laboral y personal aumenta sustancialmente el riesgo de problemas de salud mental.
A diferencia de otras profesiones, la ciberseguridad no ofrece un momento de descanso. La lucha contra los atacantes y la implementación de medidas de seguridad es incesante, lo que puede llevar a síntomas de agotamiento, insomnio, pérdida de rendimiento y una sensación general de sentirse absolutamente abrumado.
Con tantas alertas diarias, desde vulnerabilidades menores hasta otras más críticas, es fácil que el personal de ciberseguridad se sienta saturado e incluso pierda la capacidad de distinguir entre lo urgente y lo secundario.
Esta fatiga no solo tiene un impacto negativo en la salud mental de los empleados, sino que también puede comprometer la misma seguridad de la organización, al no poder tomarse de manera óptima las decisiones necesarias una vez que los profesionales están agotados mentalmente. Al igual que la salud mental, tampoco debemos dejar de lado la salud física.
El famoso burnout en los equipos de ciberseguridad
El agotamiento profesional es uno de los inconvenientes más graves que enfrentan los profesionales de seguridad informática. La combinación de largas horas de trabajo, presión constante y la responsabilidad de proteger sistemas críticos pueden pasar factura, incluso también a nivel físico. Aquellos que experimentan esta sensación no solo ven afectada su productividad, sino que también pueden sufrir ataques de ansiedad, depresión e incluso llegar a abandonar el campo por completo al sentirse absolutamente saturados.
Un informe realizado por Bit Defender a 1.200 profesionales mostró que el 70% de los trabajadores de ciberseguridad en países como Estados Unidos, Reino Unido y Alemania trabaja frecuentemente en los días sábado y domingo, desencadenando una constante molestia con su puesto, ya que deben realizar operaciones que en otros campos sería considerado como «horas extra». En consecuencia, muchos profesionales deciden cambiar de puesto de trabajo.
La industria de la ciberseguridad ya enfrenta una escasez de talento de por sí, y la alta tasa de agotamiento contribuye a agravar este problema, dejando a las compañías vulnerables ante la falta de personal capacitado.
Aprender a cuidar la salud mental
Muchas cuestiones, si bien recaen directamente en el trabajador, pueden ser solucionadas por las organizaciones a través de medidas proactivas para proteger la salud mental de sus equipos.
Podemos incluir diferentes estrategias dentro de la lista. Una de las principales podría ser promover un ambiente de trabajo saludable. Esto implica crear una cultura organizacional que priorice el bienestar de los empleados y valore aún más las capacidades de ellos, lo que incluye fomentar el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, asegurándose de que los empleados tengan acceso a recursos para el manejo del estrés y evitar la sobrecarga de trabajo.
Por más que la pandemia haya cambiado el paradigma del trabajo, la aplicación del trabajo híbrido puede ser una excelente medida de equilibrio, ya que no solo trasladamos al profesional hacia un ámbito mucho más amigable, sino también fomentamos la comunicación y el networking con sus compañeros.
Por otro lado, las organizaciones podrían proporcionar acceso a programas de bienestar mental y apoyo psicológico, estando atentas a los síntomas de agotamiento y ofreciendo ayuda antes de que el inconveniente se agrave.
Nunca está de más contar con un equipo amplio de personas. De este modo, podemos realizar una rotación de tareas, cambiando las funciones o roles dentro de la compañía, ayudando a reducir la monotonía y la carga de estrés acumulado.
Además, una capacitación continua, brindando oportunidades de formación, entre otros beneficios, puede hacer que el personal se sienta empoderado para manejar la situación, contando con estructuras de soporte que permitan compartir la carga ante incidentes críticos.
Aparte de lo que las organizaciones puedan hacer, los propios profesionales de ciberseguridad deben ser conscientes de la importancia del autocuidado. Establecer límites saludables, tomar descansos regulares y desconectar del trabajo durante el tiempo libre son hábitos esenciales para mantener un buen estado mental y que son transversales para cualquier profesión.
También es beneficioso contar con una red de apoyo entre compañeros y amigos que puedan ofrecer perspectiva y compañía en todo momento.
En definitiva, en un campo tan demandante como la ciberseguridad, cuidar la salud mental debe ser una prioridad. El agotamiento, la fatiga por la constante concentración que caracteriza este ámbito y el agotamiento psicológico no solo afectan la calidad de vida de los trabajadores, sino que también comprometen la seguridad de las organizaciones que dependen de ellos.
La salud mental y la seguridad informática están intrínsecamente conectadas, ya que un equipo agotado y abrumado no puede tomar decisiones estratégicas ni responder de manera eficaz a los incidentes. Por ende, la responsabilidad también recae en las empresas, necesitando de políticas que promuevan el bienestar de los profesionales y fomentando el equilibrio entre la vida personal y el trabajo.
Solo cuando se priorice la salud mental, el sector podrá continuar evolucionando, atrayendo y reteniendo talento, y por encima de todas las cosas, garantizando que la ciberseguridad se mantenga firme y resiliente ante las constantes amenazas en el plano digital.