Esta red social se ha vuelto tendencia debido a detención de su co-creador. Sin embargo, por detrás se esconde un panorama realmente complejo debido a los excesos que supone el anonimato.
Telegram actualmente se ha convertido en una de las plataformas de mensajería más populares, igualando en múltiples ocasiones las marcas establecidas por la líder de este mercado como lo es WhatsApp.
Pero a diferencia de la aplicación que actualmente está bajo la propiedad de Meta, Telegram añade un punto que destaca por encima de las demás: su enfoque en la privacidad y el anonimato.
Es que la plataforma creada por Pável Dúrov no revela el número de teléfono del usuario a la hora de conectarse con otras personas, algo especialmente útil en grupos grandes o canales donde los individuos prefieren mantener su identidad de manera anónima. Esto es totalmente opuesto a lo que pregona WhatsApp, que solicita obligatoriamente un número telefónico para registrarse y comunicarse, limitando en grandes cantidades el anonimato, haciéndolo prácticamente inexistente.
Otro apartado fundamental es, justamente, por cuál compañía está supervisada. Mientras Meta está continuamente siendo investigada por el supuesto polémico uso de los datos personales, Pável Dúrov se autodefine como ‘libertario’ y siempre se ha mostrado a favor de la libertad de expresión, algo que no lo ha eximido de críticas de todos modos.
Es que realmente los atributos del anonimato siempre han sido objeto de controversia, ya que un exceso en las cualidades del mismo puede dar lugar a abusos por parte de los usuarios y a la intervención de actores maliciosos que, aprovechándose de las reglamentaciones de la plataforma, instalan sus negocios ilegales en este tipo de entornos.
La realidad es que Telegram bajo ninguna circunstancia fue creada originalmente para esto. Siempre ha tenido como objetivo el fortalecer las comunicaciones protegiendo la privacidad de los usuarios. No obstante, el anonimato, considerado un arma de doble filo, ha permitido el crecimiento de actividades ilícitas y dañinas sin consecuencias.
Desde una visión positiva, muchas regiones han limitado la libertad de expresión de sus ciudadanos, que ante la constante vigilancia estatal y regímenes represivos, buscan la manera de comunicarse sin temor a potenciales represalias, siendo crucial para periodistas, activistas e incluso los mismos ciudadanos comunes en búsqueda de proteger su identidad.
Pero en contraparte, precisamente ante la falta de rastreo, se ha abordado Telegram como una popular plataforma para la distribución de contenido malicioso, explícito, noticias falsas, la gestación de negocios ilegales y ciberacoso. Todo esto sin que los responsables puedan ser fácilmente identificados o sancionados, creando un entorno posiblemente inseguro para los usuarios.
Esto nos hace pensar en una posible analogía con la web oscura, donde partiendo de la idea de un navegador que se lanzó como una herramienta para fortalecer el anonimato, se han gestado una gran cantidad de actividades ilegales hasta el punto de una constante intervención de las fuerzas del orden para evitar su distribución.
Muchos gobiernos han tomado medidas que abarca temáticas como el ciber patrullaje, pero no ha sido efectivo para desmoronar este tipo de acciones malintencionadas.
Y de ahí llegamos a nuestros días, donde justamente Pável Dúrov, creador de Telegram, fue arrestado en Telegram acusado de complicidad en la distribución de material de explotación sexual, contenido relacionado a estupefacientes y software de piratería, cada una de estas cuestiones mencionadas con anterioridad. Afortunadamente para el oriundo de Rusia, fue liberado jornadas más tarde, aunque aún no ha podido abandonar territorio francés.
Es complejo sugerir soluciones, especialmente ante las últimas situaciones que han rodeado a Dúrov. Sin embargo, una simple verificación o un mayor control en el contenido que se distribuye podría mejorar de buena manera este marco e inclinar la balanza hacia un mejor uso de la privacidad, manteniendo un sólido equilibrio con la seguridad de los usuarios.
Abordar los excesos para garantizar que la plataforma no se convierta en un refugio para ciberdelincuentes que desarrollan actividades ilícitas y perjudiciales representaría un gran paso para la seguridad colectiva.